La Ría de Barakaldo y la identidad de un municipio

Deia: reportaje en el suplemento La Ría

Foto superior: Photo credit: Arrano via Foter.com / CC BY-NC-ND

Uno de los reportajes que recuerdo con más cariño es el que elaboré para «La Ría», suplemento especial que el diario Deia publicó en junio de 2001. Recibí el encargo de buscar una relación que existiera entre Barakaldo (Vizcaya), municipio del que era corresponsal, y la ría del Nervión-Ibaizabal, para la redacción de un tema. Conocida simplemente como «La Ría», este cauce fluvial es un eje que separaba dos mundos: la margen izquierda industrial y la margen derecha acomodada. Un hecho que yo viví con fuerza de niña pero que, con la consolidación de la reconversión industrial, hoy en día no es tan clara ni tan sentida. La pertenencia a una o otra margen de «La Ría» era una cuestión identitaria, de orgullo, que hoy en día apenas es tal.

El reportaje que se me encargó en ese momento era complicado de escribir. Porque otros municipios que bañan las aguas de «La Ría» viven de cara a su cauce, pero Barakaldo no es así. Para poder cumplir el encargo me puse en contacto con el historiador Mikel Alvira, quien, temeroso de mi juventud y falta de experiencia (tenía entonces 25 años), temía que malinterpretara sus palabras. Con el objeto de calmar su inquietud, le envié el texto antes de su publicación, para que tuviera la ocasión de corregir mis posibles errores. Una vez devuelto el manuscrito (en aquellos años el correo electrónico no era de uso frecuente) me dijo una frase que no olvidaré jamás, y que me ha animado en momentos de pérdida de confianza en mi capacidad como redactora: «has nacido para escribir».

A juicio del historiador, había conseguido, por medio de juegos retóricos, conectar Barakaldo con una ría a la que el municipio en el que nací siempre ha dado la espalda. Unas palabras dichas en un momento determinado pueden cambiar el destino de una persona, cuidémonos de lo que le decimos a los demás.

A continuación, el texto del reportaje.

Portada del suplemento especial.
Página doble con mi reportaje.

LA RÍA

Barakaldo, entre huertas y disputas por el poder

Un municipio nacido «entre aguas» no puede dejar de lado la influencia que el paso de la ría por su extensión ha tenido en el desarrollo local. Una convivencia nacida mucho antes de la industrialización, en la configuración de lo que llamó el doctor Mitxel Olabuenaga «mesopotamia encartada», «en clara alusión a su condición jurídica ulterior, ya que Barakaldo estará unido a Las Encartaciones hasta 1366», explica el historiador Mikel Alvira, miembro del equipo redactor del primer material educativo sobre la historia local del municipio baracaldés. Y es que, así como la cultura mesopotámica se desarrolló entre los ríos Tigris y Eufrates, el pueblo ha visto nacer su crecimiento entre la Ría de Bilbao y los ríos Galindo y Kadagua, hecho que ha determinado el surgimiento de numerosas historias y anécdotas en Barakaldo.

Los testimonios de esta convivencia son cuantiosos, explica Alvira, entre los cuáles uno de los que habla con mayor claridad de la inicial vocación agrícola del pueblo derivada de su relación con los cauces que lo regaban sería, a juicio del historiador y profesor, uno de Juan de Iturriza Zabala, recogido en «Historia General de Vizcaya» (1785), en el que se alude a que «esta Anteiglesia de Barakaldo (que denota Sitio de Huertas) se halla en el paraje llano y templado. Circuida, menos por el occidente, con tres brazos de mar que son Nerba, Cadagua y Galindo. Su terreno es muy fértil y provee la plaza de la Villa de Bilbao con frutas, verduras y exquisitas ensaladas, dista de ella legua y media y de la de Portugalete media».

Y es que según recuerda Alvira, en la época preindustrial las orillas de la Ría «eran campos, playas, marismas y pastos de gran belleza. Del paisaje de entonces se conservan dibujos y pinturas, planos y mapas, que muestran su encanto: las casitas de pescadores de Algorta, la enorme playa de lo que hoy es Areeta… Pastizales y pequeñas viviendas desde Portugalete a Lutxana, donde hasta mediados del siglo XIX existieron las importantes torres de origen feudal llamadas Torres de Lutxana, auténtico símbolo del poder estratégico de Lutxana en pugna con Bilbao». Disputas que llegaron incluso a pleitos con la capital de Bizkaia por el control de las mercaderías que llegaban por mar. «Barakaldo quería construir una villa en torno a la torre de Lutxana, lo cual le otorgaría privilegios como el del control de mercancías. Bilbao se quejó a los Reyes Católicos, quienes le dieron la razón. Sin embargo, Barakaldo siguió lanzando una cadena desde la torre de Lutxana hasta Erandio por la ría. Así, aquel que quisiera desembarcar en Bilbao tenía que pagar, o descargar allí mismo. Por esta razón el contrabando en Barakaldo fue importante», comenta el historiador.

Este tipo de pugnas provocaron el surgimiento de costumbres que con el tiempo se transformaron en tradiciones destinadas a «marcar el territorio» y la influencia de cada uno de los municipios. «Durante mucho tiempo, el 24 de agosto, el alcalde de Bilbao, los regidores, diputados, el escribano, alguaciles jurados, ministros y oficiales llegaban hasta Lutxana, a la orilla de la ría. Aquí el alcalde echaba pie a tierra y arrojaba una piedra al Ibaizabal para demostrar así que hasta ahí llegaba su jurisdicción», recuerda Alvira.

Al margen de pugnas por el poder de la ría, Barakaldo ha tenido en la vida agrícola la mayor parte de su desarrollo histórico. Tal y como comenta el historiador Wilheim von Humbolt hace referencia a la belleza del entorno natural del municipio en su libro «Los Vascos» (1799) cuando relata que «en el camino de Bilbao a Sommorrostro no se puede olvidar el Desierto. Esta pequeña península que forma el Ibaizabal donde se vierte en él un pequeño arrollo de montaña, el Galindo, es uno de los puntos más encantadores de toda España». Humbolt continúa comentando que «detrás de Luchana están en un simpático valle las viviendas campesinas de Baracaldo, dispersas y rodeadas de vegetación. El Desierto está unido por este lado con la tierra firme y viniendo de Bilbao ha de hacerse uno pasar a él a través de un río. Hacia este lado es también la vista hermosísima, bien se abarca con la mirada sin tropiezo el paisaje desde el monte, que está justamente donde se unen los dos ríos». De hecho, aún en 1920, en pleno nacimiento de la urbe industrial, existían en Barakaldo cerca de 250 caseríos, numero que en 1937 llegó a 135 unidades, lo que demuestra el claro carácter agrícola del municipio, incluso llegada la industrialización. «En 1876 se escribe una crónica en la cual ya se anuncia que la playa de Lutxana y el ameno valle que la precede, donde desembocan en la ría dos importantes ferrocarriles mineros, el de la Orconera y el del Regato, se van a convertir en breve en una población industrial llena de animación y vida. En efecto, a finales del siglo XIX, como ocurrió en Lutxana, las poblaciones ribereñas van a experimentar una profunda transformación», describe el profesor e historiador. Así, en 1854 se funda de la mano de los hermanos Ibarra y dos Cosme de Zubiría el horno de Nuestra Señora del Carmen, en el Desierto-Barakaldo, «dejando de ser este espacio aquel romántico paraje de siglos anteriores. En 1882, al convertirse en sociedad anónima, pasa a denominarse Altos Hornos y Fábrica de Acero de Bilbao, y comienza su colonización de la Margen Izquierda», explica Mikel Alvira. Con todo ello «el éxodo rural masivo con la expansión industrial generará reordenaciones urbanísticas, nuevas instalaciones (mataderos, mercados, escuelas, parroquias, espacios de ocio…), la creación de barrios obreros muchas veces en condiciones pésimas. Pero sobre todo, la conciencia de la Margen Izquierda: la Margen Izquierda del Nervión», relata.

De este modo, no se puede olvidar que la presencia de la Ría en Barakaldo ha tenido numerosas manifestaciones en el pueblo, en una larga convivencia que ha provocado, incluso, que en tiempos pretéritos de la relación con ella se consiguieron muchos productos, no solo agrícolas, si no también marinos, puesto que productos típicos en su era preindustrial fueron ostras y angulas.

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